A orillas del río Tíver nace una de las leyendas más antiguas sobre el origen de Roma, pero eso no es todo. Este río ha presenciado tantas historias, desde el nacimiento del Imperio Romano hasta el crecimiento desenfrenado de una metrópoli que actualmente cuenta con 2,8 millones de habitantes.
Según cuenta la leyenda, la canasta en la que se encontraban Rómulo y Remo quedó encastrada a las orillas del Tíver para luego ser encontrados por una loba que los amamantó, como bien nos cuenta Alexandra Balaguer en su artículo «Y así comenzó todo».
Al ser un punto estratégico de la ciudad se convirtió en uno de los principales puentes de comunicación, siendo un puerto fluvial donde se manejaba el comercio y la venta de productos agrícolas en la Antigua Roma. También podemos observar la Isla Tiverina, donde se encontraba el Templo de Esculapio, dios romano de la medicina, y en la que actualmente podemos encontrar desde 1900 el Hospital Israelí.


Además, siendo un río que sufría de desbordes imprevistos los italianos creían que cuando sus aguas se desbordaban, inundando las casas cercanas al río, traía consigo señales de mal augurio y que con ella sucesivamente llegarían las desgracias.
Y es que más allá de todos los mitos y leyendas, Roma siempre ha estado ligada a este río desde sus inicios. Podemos decir que el fiume Tevere es uno de los emblemas más importantes de esta ciudad.
Por ello, la organización Tevereterno Onlus nace con la iniciativa de hacer entender a la población cuanto sea importante el Tíver a través de encuentros culturales y artísticos. Su objetivo es recuperar la fuerza e historia de este, por medio del uso del espacio como un teatro. Desde el 2005 han creado diversas obras en sus murallas ya que buscan limpiar sus rubias aguas generando conciencia.


Fuente: www.tevereterno.it/it/arts/waterfire-roma
Actualmente podemos encontrar más de ochenta obras de arte de William Kentridge, las cuales nos cuentan la historia de Roma desde sus inicios hasta hoy en día. El conjunto ha sido titulado Triumphs and Laments y se compone de 550 metros de arte con figuras de diez metros de diámetro que celebran las victorias y las derrotas que ha vivido la Ciudad Eterna. Se trata sin duda de un regalo para Roma.
Un museo a cielo abierto que nos permite disfrutar de un paseo romántico a la vez que admiramos las obras de Kendtrige y cuyo punto final no es otro que el mismo Castel Sant’Angelo.
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