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Caminando por la Via Sacra, en dirección a la plaza central del Foro Romano nos encontraremos a nuestra izquierda un ambiente rectangular rodeado por hermosas esculturas femeninas y con un bonito estanque en el centro, estamos ante la Casa de las Vestales, una de las instituciones más antiguas de Roma, ligada a los propios orígenes de la ciudad y que pervivió a través de los siglos hasta la desaparición del paganismo como religión oficial, a finales del siglo IV de nuestra era.
Justo delante de éste podremos apreciar todavía una parte de uno de los templos más antiguos e importantes de Roma, el templo de Vesta, la diosa del Hogar y protectora de la ciudad de Roma y a la cual dedicaban su vida las vírgenes vestales. Apenas es apreciable hoy en día pero se trata de un templo circular diseñado a modo de cabaña, el símbolo doméstico más antiguo, y estaba abierto por la parte superior para facilitar la salida del humo proveniente del fuego sagrado de la diosa, el cual debía ser custodiado por las vestales. Además, en el lugar más recóndito del templo se conservaban los objetos sagrados que, según la leyenda, Eneas había traído de Troya como garantía del imperio.
Pero, ¿quiénes eran las vírgenes vestales? ¿Cuál era su misión en la antigua Roma?
La figura de estas sacerdotisas ha estado unida a la leyenda desde el origen mismo de Roma, siendo el poder, el misterio y la veneración lo que la convertía en una figura prácticamente sagrada para los ciudadanos romanos.
Las Vestales eran seis, elegidas por el Pontífice Máximo cuando tenían entre 6 y 10 años de entre veinte aspirantes pertenecientes a familias patricias en un primer momento, y también a plebeyas posteriormente. Cuando una de estas muchachas era elegida vestal debía hacer voto de castidad y consagrar su vida a Vesta durante 30 años para cuidar el fuego sagrado y evitar su extinción, ya que si esto ocurría la desgracia caería sobre Roma al ser considerado uno de los peores augurios.
¿Y cuales eran las consecuencias de que el fuego se apagara o se rompiera el voto de castidad?
La muerte. La Vestal considerada responsable de este acto era condenada a morir enterrada viva en el Campus Sceleratus, es decir, el “Campo desalmado”, con un pedazo de pan y un candil, de modo que moría de inanición a los pocos días. Sin embargo, cabe destacar el hecho de que este lugar se encontrara dentro de los limites de la ciudad, pues los romanos no permitían enterrar a los difuntos dentro de éstos, lo cual es un símbolo de privilegio muy elevado. Y no siempre el castigo era la muerte, dependiendo del suceso las Vestales podían vivir pero, eso sí, siempre después de un castigo ejemplar, como los azotes.
No obstante, las Vestales tenían un gran poder e influencia sobre la sociedad romana al contar con numerosos privilegios, empezando por el lugar en el que residían, el mismo Foro Romano, y siguiendo por los privilegios jurídicos, económicos y religiosos. Se dice incluso que su sagrada dignidad era tan alta que los condenados a muerte que se cruzaban con ellas eran indultados automáticamente, pues su cercanía a la esfera de los dioses las dotaba de fuerzas capaces de atemorizar a los que las rodeaban.
Asimismo, esta figura ejercería una fuerte influencia en el cristianismo, con similitudes visibles entre ésta y la figura de la virgen cristiana o la similar disposición arquitectónica de los conventos modernos muy a menudo relacionada con la Casa de las Vestales.
Pero sin duda ninguna institución religiosa femenina posterior volvería a ser tan poderosa e influyente como la de las vestales, cuya historia todavía hoy fascina los que la conocen y visitan los restos que el tiempo nos ha dejado, especialmente si paseas por el centro del foro y sabes que bajo tus pies, justo en el centro de la plaza, se hallaron dos esqueletos, uno masculino y otro femenino con un feto a su lado, que son atribuidos a los cuerpos de una Vestal y su cómplice, los cuales recibirían castigo por el sacrilegio cometido, pues ambos estaban atados. Dichos cuerpos se descubrieron a seis metros de profundidad y como resultado una datación situada entre el 800 y el 600 a.C. y, aunque no hay ningún dato seguro para poder decir que antes del siglo VI a.C. el entierro de la vestal impura se realizaba en el foro, es bastante probable que así fuera y que los siglos y la tierra nos dejaran tan maravillosa evidencia.
De modo que, si en algún momento paseas por la Via Sacra, pasas junto a las esculturas de las Vestales, rodeas el templo de Vesta o caminas sobre el centro de la plaza, recuerda que hace siglos en ese mismo lugar, existieron unas mujeres que probablemente hicieron lo mismo que tú pero con una gran responsabilidad; la de ser alguien sagrado que renunciaba a su propia vida por la devoción y el deber para con Roma.
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